El País - MABEL RIVERA

Mabel Rivera
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EL PAÍS

DIEGO GALÁN

Mar adentro es una película hermosa, inteligente, arriesgada y narrativamente muy hábil. Confirma el talento de Alejandro Amenábar, que por primera vez ha realizado una película sobre seres humanos de verdad y sobre un tema social de enorme trascendencia como es la eutanasia. Recupera para nuestra memoria el caso de Ramón Sampedro, marinero accidentado a sus 25 años y condenado a vivir inmóvil en una cama ("No soy más que una cabeza pegada a un cuerpo muerto"), dependiendo de la generosa atención de sus familiares. Ramón quería acabar con aquel suplicio ("Para mí, esos dos metros necesarios para llegar hasta ti y poder siquiera tocarte son un viaje imposible, son una quimera, ¡un sueño!... por eso quiero morirme").

Reclamando un muerte digna, lucha en los tribunales, publica un libro defendiendo la eutanasia (Cartas desde el infierno), aparece en televisión ("He querido mostrar esta imagen de mi cuerpo atrofiado e insensible para que jueces, políticos o quienes tengan que tomar la decisión, ya que no pueden sentir el dolor como yo lo siento, entiendan al menos por qué una persona puede llegar a decidir que la vida no es esto... Que la vida es otra cosa"), pero sólo con la ayuda de unos amigos anónimos logra ingerir la dosis de cianuro necesaria, haciendo que se filme el momento de su muerte para que quede testimonio de su reivindicación: "Considero que vivir es un derecho, no una obligación, como ha sido en mi caso, obligado a soportar esta penosa situación durante 28 años, cuatro meses y algunos días. Pasado este tiempo, hago balance del camino recorrido y no me salen las cuentas de la felicidad".

Aunque la película no entre en ello, el caso de Ramón Sampedro levantó un debate que dio la vuelta al mundo mientras la justicia española buscaba infructuosamente a los cómplices de su muerte. Más de 2.000 ciudadanos se confesaron públicamente responsables de haber administrado a Sampedro aquella dosis mortal. Finalmente, se decidió cerrar el expediente.

Con austeros mimbres dramáticos - un hombre en la cama entre las cuatro paredes de su habitación, las visitas de una abogada y de una joven vecina infelez y la presencia casi constante de los mienbros de la familia -, los guionistas Amenábar y Mateo Gil han tejido una película apasionante en la que la emoción convive con el buen humor del propio Sampedro. Sin alejarse del grave hilo fundamental, han sabido enriquecer la narración con pinceladas de una vitalidad tan contagiosa que el espectador alterna la sonrisa con la congoja, disfrutando de cada minucioso detalle. No hay resquicios en la ambientación de la aislada casa gallega donde se desarrolla la acción, ni en el vestuario, que parece usado por los actores durante toda su vida, ni en la fotografía de Javier Aguirresarobe, tan viva como discreta, sin el protagonismo que fue necesario en Los otros.

Son admirables los intérpretes, magníficos todos y cada uno, comenzando por Javier Bardem, que realiza uno de sus trabajos más difíciles y brillantes, desde su composición física hasta el acento gallego, continuando con Lola Dueñas, la vecina amiga; Mabel Rivera, la cuñada (¿de donde ha salido este asombro de actriz?); Joan Dalmau , el padre; Celso Bugallo, el hermano; Tamar Novas, el sobrino; Belén Rueda, la abogada; José María Pou, el divertido cura tridentino... En una película tan inspirada como esta, se respira el entusiasmo que se debió vivir durante su realización y que ahora se transmite igualmente al espectador. Tanto que cada cual puede hacer suya la película e incluso discutir por cuestiones de opinión o de gusto de algunas elecciones. ¿Era el personaje interpretado por Belén Rueda quien debía cerrar la historia o, en su lugar, el de Lola Dueñas, con su ingenua frescura, ya que a la postre su personaje es determinante? ¿Debía insistirse en el esbozado tema de amor?

Y es que te cala hondo, acaba formando parte de ti, su recuerdo madura en el tiempo. Naturalmente, no es una sensación obligatoria. Quien escribe cuenta la propia. Una película imprescindible.
Web Master: Enrique Banet
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